quinta-feira, 12 de setembro de 2013

‘O celibato não é um dogma’, diz o próximo ‘número 2’ do

Juan Arias

Adital
Pietro Parolin, recém nomeado Secretário de Estado do Vaticano, reclama que a Igreja mostre um "espírito democrático”, no sentido de "escutar atentamente” aos fiéis e ao mundo
Tradução e Fonte: ADITAL
12 setembro 2013

Pietro Parolin, en una entrevista en Caracas. / JORGE SILVA (REUTERS)
O celibato obrigatório "não é um dogma de fé e pode ser discutido, porque é uma tradição eclesiástica”. Assegura o recém nomeado Secretário de Estado do Vaticano, Pietro Parolin, atual Núncio Apostólico na Venezuela. Ele, a segunda autoridade do Vaticano depois do papa Francisco, em uma entrevista ao Universal, da Venezuela, revelou qual será o talante do novo governo da Igreja nesse pontificado recém estreado.
Porém, além de recordar uma verdade da doutrina da Igreja, que muitos teólogos conservadores têm dificuldade em admitir, como o celibato obrigatório não faz parte de um dogma, que não possa ser mudado, Parolin adentrou-se em outro tema delicado e polêmico: o da "democracia” na Igreja.
 
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Segundo o próximo Secretário de Estado, mesmo que "sempre se disse que a Igreja não é uma democracia”, é necessário que, hoje, como "abertura aos sinais dos tempos”, mostre um "espírito democrático”, no sentido de "escutar atentamente” aos fiéis e ao mundo. E mais: antecipou que esse é um dos "objetivos do pontificado” do papa Francisco.
As novas reformas que a Igreja empreenderá e das quais, devido à importância de seu cargo, Parolin participará ativamente, deverão levar, segundo ele, o selo desse "espírito democrático”, em vez de ser tomadas, como no passado, no silêncio dos palácios apostólicos, sem escutar a voz da Igreja universal. Seriam decisões colegiadas, confirmadas depois pelo papa.
Comentando el tema del celibato, ha afirmado que el posible cambio en un tema tan delicado supone un "desafío” para el papa y que, de tomar una decisión, Francisco lo hará colegialmente, escuchando a todos los pastores y que deberá servir "para unir a la Iglesia y no para dividirla”. Es evidente, que Parolin no hubiese abordado un tema tan candente antes aún de tomar posesión de su cargo, sin tener por cierto que el suyo es el pensamiento del Papa, que ya había recordado al rabino argentino, Abraham Skorka, que la Iglesia Ortodoxa, que no se separó de Roma, "admite sacerdotes casados”.
Aunque la afirmación del próximo Secretario de Estado de que el celibato no es un dogma sino una normativa de la Iglesia y por tanto puede ser abolido, podría parecer obvia, solo el hecho de haberlo recordado y de colocar ese posible desafío en las manos del papa Francisco, como algo que será estudiado, supone una revolución. La Iglesia primitiva no conocía el celibato. La mayoría de los apóstoles estaban casados. Jesús, dicen los evangelios "curó a la suegra de Pedro”, que sería el primer papa de la Iglesia.
Al explicar San Pablo en la Primera Epístola a Timoteo cómo debería ser la conducta de quién aspirase a ser obispo escribe: "Conviene que sea irreprensible, marido de una mujer, vigilante, sobrio, honrado, acogedor (…) no pendenciero ni avaro” (Tim.3:1). Y añade: "Que gobierne bien su propia casa, tenga a sus hijos en obediencia, con toda modestia. Porque si alguien no sabe gobernar su propia familia ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia?” (Tim. 3:4-5).
San Pablo no habla de los sacerdotes, para él hasta los obispos deberían estar casados y tener hijos. La única prohibición es que sean maridos "de una mujer”, es decir, que no caigan en la tentación del adulterio.
La imposición del celibato sacerdotal obligatorio fue instituido ya en el 390 después de Cristo, por lo que lleva razón Parolin en que no se puede tampoco despreciar el hecho de que se trata de una larga tradición de la Iglesia. Sin embargo, según él, hoy la Iglesia vive en un mundo muy distinto y tiene que estar atenta a los "nuevos signos de los tiempos”.
Cada día parece más claro que Francisco está determinado a hacer cambios más que cosméticos en la Iglesia, como acaba de demostrar con sus afirmaciones el nombrado nuevo Secretario de Estado, una figura en la jerarquía de la Iglesia que siempre ha sido determinante para los rumbos de un pontificado.

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